sábado, 18 de diciembre de 2010

REDUCCIÓN DE LAS HORAS DE CLASES DE HISTORIA

Sebastián Jans





El anuncio de la reducción de las horas de clases de historia en los programas de educación, por parte de la autoridad responsable me ha parecido muy coherente. Sabemos que el Sr. Ministro de Educación tiene una concepción particular sobre la vida y la realidad bastante concreta, que no puede sino reflejarse en su concepción sobre la educación y los objetivos educacionales. Él es coherente con lo que son sus convicciones.
La historia es una mirada en torno al hombre y a partir del hombre. Es un reconstituir el pasado para interpretar las circunstancias que determinan nuestro presente y permite sacar conclusiones hacia el futuro. La historia enseña y permite aprender de ella. Ello implica reconocer la condición del hombre como un ser histórico, que se construye a partir de sus fracasos y éxitos.
No es posible hablar de un humanismo sin establecer la reflexión histórica sobre los antecedentes del pasado que nos aportan las distintas disciplinas del conocimiento humano, (antropología, arqueología, etnología, historiografía, etc.), y que nos permiten construir una lectura de esos antecedentes, para la libre interpretación de las personas en la perspectiva de construir sus propias convicciones de vida.
Sin la reconstrucción histórica sería imposible determinar nuestra evolución como especie en el tiempo, ni entender nuestras propias raíces como civilización, ni entender nuestra evolución nacional. Sin historia careceríamos de una explicación sobre los efectos del pasado en el presente, y no tendríamos como asumir los desafíos del futuro. Seríamos incapaces de aprender, ya que no tendríamos socialmente la concatenación referencial que da la experiencia acumulada, no tendríamos un juicio crítico, propio de una conciencia que es capaz de dar una perspectiva a su transcurrir en la vida. Seríamos como los villanos de la Edad Media, atrapados en una temporalidad marcada por el Juicio Final, y la permanente observación de determinadas obligaciones frente a ciertos poderes, previas al momento en que este transcurrir azaroso de la vida llegara a su desenlace, y correspondiera enfrentar el juicio del Creador.
Sin la historia, en nuestra civilización occidental, bastaría con el relato bíblico para saber de dónde venimos, que somos y para donde vamos. Es lo que un hombre de fe necesita, y no es necesario distraerlo en cuestiones que condicionan la debida observancia de los preceptos de la fe. Al respecto, recuerdo un pequeño evento del que fui testigo, no hace muchos años: un pastor hablaba del paraíso, y una fiel le preguntó derechamente si los dinosaurios habían estado en el paraíso; el pastor sonrío con cierta ironía y respondió “los dinosaurios, querida señora, están en Jurasic Park”.
Si el Sr. Ministro de Educación es un hombre de fe profunda, es probable que considere que un poco de historia basta para ciertas referencias esenciales. Considerará adecuado un poquito de esto o de aquello. Lo justo y necesario para no distraer a los educandos de su deber de formarse adecuadamente para el mundo laboral. El Sr. Ministro debe entender que cada persona viene a cumplir un rol predeterminado, y alejarlo de esa misión es ponerlo a contrapelo del determinismo divino y de su lugar en el espacio y el tiempo.
¿Qué importancia puede tener para un buen trabajador el que los egipcios adoraran unos dioses extraños? ¿Qué valor puede tener para un buen funcionario el paganismo de la Hélade, con sus vericuetos intelectuales y sus marmóleas figuras semidesnudas? ¿Para qué meterles en la cabeza que hubo un tribunal que mandaba a quemar a los que ponían en tela de juicio a una jerarquía religiosa y sus dictados absolutos? ¿Necesita eso un buen empleado al que Dios le determinó un lugar en la vida y la sociedad? ¿Necesita algo más que la palabra de sus pastores?
Efectivamente, me parece coherente lo que hace el Sr. Ministro, sobre la base de sus más profundas convicciones. Para eso quiso ser Ministro de Educación.
No me imagino al Sr. Ministro reintroduciendo el conocimiento filosófico en los liceos, ni reponiendo clases de educación cívica, ni abriendo espacios para la reflexividad y la libertad de conciencia. Me lo imagino más bien, en los próximos anuncios, estableciendo la obligación de las clases de religión y fomentando la vida piadosa a través de los programas educacionales de enseñanza básica y media. Al fin y al cabo - debe pensar -, solo con una condición espiritual determinada por una firme convicción en la fe, cada cual estará en camino para enfrentar adecuadamente a su Creador. Más aún cuando se ha cumplido con esmero la tarea que Aquel le ha entregado a cada uno en este mundo.
Tras la reforma que se anuncia en la educación chilena, hay una comprensión unilateral de la vida y la realidad. Hay un proyecto ideológico que quedó inconcluso hace más de 20 años, y que viene a retomar fuerzas bajo la legitimidad que, a los actuales gobernante, les da haber llegado al poder por medio de una decisión democrática. Todo lo necesario para establecer un proyecto de hegemonía está debidamente previsto.
La reforma que se pretende impulsar está directamente relacionada con un conjunto de procesos de hegemonización que se han consolidado incluso bajo la democracia, lo cual los hace aparecer inobjetablemente legitimados. La prensa diaria está en manos de una mirada esencialmente homogénea y unilateral y solo aparecen las diferencias como consecuencia de los parámetros de competitividad que señala el mercado. Sesgos de otro tipo no los hay. La televisión abierta está puesta en una misma línea editorial. La televisión por cable se muestra neutra, cuando no obsecuente con las grandes visiones corporativas que nutren sus presupuestos de avisaje.
La pauta de interés social se encuentra subordinada a procesos que buscan anular toda manifestación de ciudadanía, de pluralidad y auténtica convivencia. Los temas de la agenda nacional se subordinan a tres poderes que se homogenizan toda posibilidad de debate: el gran empresariado confesional, la clase política confesional y los medios de comunicación subordinados.
El Estado se desentiende cada vez más de todo aquello que establezca garantías para un verdadero imperio de las libertades de conciencia. Por el contrario, cada vez se hace más neutral frente a la expansión de determinadas visiones unilaterales. Y en esta problemática, la neutralidad significa obsecuencia.
En ese contexto, la educación está esencialmente en manos privadas. Aquellas instituciones educacionales que detentan el sello unilateral de la fe verdadera, reciben donaciones y se robustecen al amparo del empresariado. El Estado contribuye desde hace rato con recursos ingentes, emanados de las tributaciones de moros y cristianos.
La reforma educacional impulsada por el Sr. Ministro de Educación y el actual gobierno, incluyendo la reducción de las horas de clases de historia, debemos reconocerla entonces en su coherencia ideológica con quien la promueve.
Rebatirla y llevarla al debate público es una tarea que debemos abordar cotidianamente, por el bien de la sociedad democrática y de la libertad de conciencia. Es necesario ocupar todos los canales que nos permitan poner en evidencia su naturaleza. En ello se juega la existencia misma de la libertad de conciencia. No hacerlo puede retrotraernos hacia un tiempo de tinieblas donde imperaba solo una concepción de la vida y de la realidad. Cuando ello ocurre, muere la libertad en su esencia.

INSTRUMENTALIZACION DEL MIEDO

PROF. DANNY MONSALVEZ ARANEDA



En una de las tantas conferencias que dictó Michel Foucault, señaló que la delincuencia tenía cierta utilidad económica y política. Lo anterior podría concatenarse de la siguiente forma: si quieres “vender” un discurso de seguridad, lo primero que debes hacer es difundir inseguridad. En otras palabras, a través de medios de comunicación, aparatos del Estado, las ideologías se va construyendo socialmente un imaginario de vulnerabilidad, de un peligro que asecha, el cual crea las condiciones de indefensión y miedo. Paralelamente a aquello, se promete la solución, desde frases como “fin a la puesta giratoria”, “ganar la batalla a la delincuencia”, “tolerancia cero”, ofrecer “botones de pánico”, servicios de seguridad, cámaras de vigilancia y hasta fundar instituciones que amparadas en una determinada ideología prometen soluciones centradas en mecanismo de control social.
Como señala Norbert Lechner, un gobierno no puede prometer seguridad y certidumbre a los ciudadanos; por lo tanto, descarga la angustia acumulada a través de campañas contra la delincuencia, con lo cual crea en la población sentimientos de desamparo y miedo, pero este miedo es producto de la vulnerabilidad que se siente frente al otro, a lo desconocido.
De esta forma, uno de los puntos centrales de la (actual) dinámica social es el miedo o temor a la delincuencia. Es aquí donde entra en juego toda una construcción social sustentada -entre otras cosas- en el deseo del orden, del “statu quo”; para mantener aquello (también el progreso) se requiere de un peligro que asecha, un actor o sujeto que se demanda controlar socialmente. Bajo este escenario, el miedo es apropiado por otros para manipularlo, instrumentalizarlo y luego devolverlo a través de diversas formas y expresiones a la sociedad, constituyéndose en uno de los principales dispositivos de disciplinamiento social. Disciplina que el citado Foucault señalaba como una de las formas de poder por medio del cual se controla, domina el cuerpo social, es decir a los individuos.
Aludiendo nuevamente a Lechner, si se requiere contrarrestar la manipulación e instrumentalización mediática, económica y política que se hace de nuestros miedos, debemos hacernos cargos del lado más oscuro de la vida cotidiana, para de esa forma evitar que un discurso populista movilice la subjetividad vulnerada de los ciudadanos.


(Columna de opinión publicada en El Diario de Concepción, miércoles 15 de diciembre de 2010, p. 2. http://www.diariodeconcepcion.cl)